Una vez más los humanos demuestran su capacidad de adaptación

Puede que no todo el mundo lo tenga claro, pero si existe algo destacable del ser humano a lo largo de toda su existencia, eso es su capacidad de adaptación. Una capacidad que, por supuesto, no es exclusiva de los humanos, sino que es característica de innumerables seres vivos.

La capacidad de adaptación, como su propio nombre indica, hace que tanto los seres humanos como cualquier otro tipo de seres vivos se acostumbren a las nuevas situaciones con facilidad y aprendan a sacar partido de esas nuevas circunstancias.

Hoy, todos usamos internet no solo en el ámbito laboral, sino también y, en muchos casos principalmente, en el ámbito personal. Pero, ¿cuántos recuerdan como era la vida antes de internet? ¿Qué pasaría si el mundo se quedara sin internet?

Actualmente es prácticamente imposible vivir sin internet, pues la pandemia ha provocado un enorme incremento de personas que teletrabajan y, por lo tanto, que necesitan de la red de redes para garantizar el correcto funcionamiento no solo de las empresas privadas sino también de la administración en general, a la par que cuidan de la salud de los empleados. La tecnología es necesaria para el desarrollo humano.

Pero el SARS-CoV-2 ha venido a complicar no solo la economía y la salud global, sino que ha truncado los sueños de muchos jóvenes de realizar parte de sus estudios o un máster en el extranjero.

El sector de la hostelería, el cultural y el turístico se han visto gravemente afectados no solo por la primera ola que afectó a España allá por el mes de marzo de 2020, sino también por los constantes rebrotes que fueron apareciendo cuando llegó la nueva normalidad, así como por una segunda ola que, sin saber muy bien cómo y cuándo empezó y terminó, dio paso a una tercera, en la que parece nos hallamos en la actualidad.

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Por fortuna, no hay mal que por bien no venga, y el coronavirus ha hecho que muchas personas comiencen a valorar lo que realmente importa, es decir, las personas. El hecho de tener que mantenernos confinados durante largas semanas y, posteriormente, seguir obligados a mantener una distancia social que, por momentos de distancia no tenía nada, ha motivado que ahora se valoren más a todas esas personas, así como todas esas muestras de cariño que hoy son un imposible.

Sin besos, sin abrazos, sin caricias y sin sonrisas, la población ha tenido que aprender a dar y recibir cariño de otra forma y a interpretar sonrisas en las miradas.